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LA TAGUA, EL MARFIL VEGETAL DE PANAMÁ

Gabriela Parrilla
Estudiante en práctica
Comunicación Social
USMA

 

La Tagua es una palmera de tallo corto proveniente de las regiones de selva tropicales, es decir, se encuentra desde Panamá hasta Bolivia. Aunque la planta tarda alrededor de 15 años para poder producir sus primeros frutos, la producción se mantiene continua con tres épocas de cosechas anuales.  

 

El gran fruto, llamado mococha, reúne varios frutos que contienen entre 4 a 9 semillas, que presentan un líquido blancuzco interno semejante al encontrado en el coco. Esto las hace una fuente ideal de alimentación para múltiples especies de la selva e igualmente comestibles para los seres humanos. Cuando la semilla se deja secar al sol por un espacio de tiempo prolongado, se endurece y adquiere una apariencia similar al marfil animal.

 

 

Señalando una diferencia clave entre los dos tipos de marfil, el uso de la semilla de Tagua para diversas clases de artesanías promueve la conservación de las especies en peligro de extinción. Siendo una fuente de ingresos sostenible, la Tagua y otros productos naturales proveen una alternativa a la deforestación de las selvas. A modo de curiosidad, el efecto de su uso no sólo se siente en la zona tropical. Los productos de Tagua han ayudado a proteger los elefantes porque sustituyen la necesidad de usar los colmillos de marfil para crear tallados.

 

 

Antiguamente, se exportaban grandes cantidades de Tagua a Estados Unidos y Europa para la confección de botones y joyas. La industria sufrió cuando se popularizó el plástico durante la época de la Segunda Guerra Mundial. El material sustituyó a la Tagua, mas esta sigue siendo utilizada por diseñadores de moda europeos para avivar sus colecciones.

En Panamá, las comunidades indígenas Emberá y Wounaan utilizan la semilla de Tagua para hacer verdaderas obras de arte. Tradicionalmente, los hombres se encargan de confeccionar los tallados a mano. Ellos utilizan la jagua, una fruta con cáscara dura cuyo jugo torna la piel azul oscuro, y otros tintes naturales para pintar los diseños que crean. Utilizando la circunferencia del material, los artesanos logran plasmar perezosos, tortugas, tucanes, ranas, colibrís, águilas harpías, entre otros.

 

La mezcla de colores llamativos captura la atención de los compradores. Como la mayoría era del tamaño de la palma de una mano, resalta la figura de un colibrí con sus alas extendidas en vuelo sobre una flor. “Algunos diseños unen partes de más de una semilla”, comenta un vendedor. Esta idea se entiende que es para capturar una imagen más interesante y realista del animal a retratar. Por el arduo trabajo y efectos creados, el precio de estos es mayor en comparación con los demás.

Desde adornos hasta joyería, este material tan dinámico promete rendir de tantas maneras como imaginación y habilidad tenga el artesano. Por esa y otras razones, la semilla de Tagua mantiene su posición como una de las artesanías más interesantes del país.

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